POESÍAS, DIÁLOGOS , MONÓLOGOS Y TRABALENGUAS

La poderosa magia de la lectura se funda en dos magias previas e imprescindibles: la del lenguaje y la de la escritura. Llevamos tantos años conviviendo con ellas que ya no nos sorprenden. Por ello necesitamos desacostumbrarnos de lo cotidiano, y recuperar la capacidad de asombro. Tal vez el acontecimiento más importante en la vida de un niño sea comprobar que cada cosa tiene un nombre. Todo lo que tiene que ver con el lenguaje es desmesurado y misterioso, es a la vez trascendental y rutinario. Al acercarse a la palabra sobrecoge su complejidad, su eficacia, su maravillosa lógica, su selvática riqueza, su espectacular manera de estallar dentro de la cabeza, como un fuego de artificio, los mil y un caminos por los que influye en nuestras vidas, su capacidad para enamorar, divertir, consolar, y también para aterrorizar, confundir, desesperar.

Nadie sabe cómo apareció el lenguaje, es decir, cómo se las arreglaron nuestros mudos antepasados para volverse locuaces. La imposibilidad de explicar el prodigio hizo que algunos lingüistas llegaran a la conclusión de que el mismo Dios tenía que haber entregado al hombre tan sutil invento, con sus declinaciones y subjuntivos. La pulsión por inventar lenguas parece inagotable. En la actualidad hay censados 5103 idiomas. Semejante fertilidad no será repartida uniformemente. En la India hay 1652 lenguas, mientras que en Europa sólo se mantienen unas 70. Como no hay razón para admitir una peculiar falta de inventiva lingüística europea, podemos suponer que fueron causas políticas las que provocaron la supervivencia de unas pocas y la desaparición del resto. Los estados muy centralizados suelen considerar engorrosa la proliferación lingüística.